La ética juega un papel primordial en el manejo del ambiente y, por ende, debe ser pilar fundamental en todo proceso de educación ambiental. Incidir en la sensibilización y en la concientización de los colectivos para que su comportamiento genere nuevas formas de relación con su ambiente particular y global es uno de los propósitos más importantes de la educación para el ambiente.
Las alternativas de solución a los diversos problemas ambientales deben ser el producto de las decisiones responsables de los individuos, las comunidades y en últimas de la sociedad, atendiendo a los criterios de valoración de su entorno, íntimamente relacionados con el sentido de pertenencia y, por ende, con los criterios de identidad.www.gestiopolis.com/.../la-etica-ambiental.htm
La ética de la utilidad y el consumo es cuestionada como estilo de vida ecocida, por cuanto conduce a la proliferación anárquica de ecosistemas artificiales desestabilizadores. La ética ambiental desempolva antiguas virtudes como la frugalidad (productiva y reproductiva) y escribe una nueva tabla de valores revelada por la naturaleza[4].
La filosofía ambiental inspira la utopía de una civilización ecológica e impulsa un nuevo proyecto político (económico y social) en la humanidad posmodema. Por de pronto, se denuncia el peligro de la dinámica expansiva de la civilización industrial misma y se replantea a radice la dialéctica del progreso. El concepto moderno de progreso cuantitativo -crecimiento material, expansión productiva, aumento del confort y de la población global, etc.- ha ingresado en un decisivo cuestionamiento (progreso no es un concepto que implique necesariamente un valor positivo: hablamos del progreso de una enfermedad, y el crecimiento desordenado es la filosofía del cáncer)[5]. Se propone un paradigma alternativo al paradigma de desarrollo tradicional, uno que eleve globalmente la calidad de vida, un desarrollo técnico con miras al crecimiento cualitativo, a la creación y preservación de las mejores condiciones humanas. La humanidad se enfrenta planetariamente a la tarea de planificar su propio crecimiento en función de sus condiciones naturales de vida, dañadas por la civilización industrial[6]. Pero la cuestión ecológica tampoco se resuelve con una tecnocracia política o ecodictadura universal: hace falta la educación en una nueva ética civil o cultura moral, a partir de la naturaleza como proyecto axiológico.
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